“Entre todas las malas, la buena noticia en México es la madurez que la sociedad civil comienza a mostrar”.
Con esta frase Mario Campos, conductor de Antena Radio, abrió la primera presentación del Manual de Incidencia en Políticas Públicas en abril de 2010 en la Comisión de Derechos Humanos del D.F.
Mario es también coordinador de noticias de IMER –lo más cercano en México que tenemos a National Public Radio (NPR)– por lo que sabe de buenas y malas noticias.
Esta frase resume muy bien esta travesía organizada por la Alianza Fronteriza para la Filantropía, que llamamos el Border Tour: un increíble road trip de cuatro ciudades, cuatro días, miles de kilómetros y 7 cruces de la frontera entre México y Estados Unidos.
Como todos las profundas transformaciones,
la madurez de la sociedad civil no sale en las noticias ni en los discursos políticos
sino que es silenciosa, casi imperceptible para aquellos que no reconocen sus sutilezas ni su potencial.
Dia 1. Tijuana-San Diego
La frontera más transitada del planeta, no tiene más de 6 carriles y unas cuantas ventanillas abiertas más para los peatones. Claramente son insuficientes para la cantidad de personas que queríamos cruzar ese día y muchos días más en el año. Una hora y media pasamos esperando en fila en la línea. Fuimos afortunadas, dicen, pues la cola puede llegar a ser hasta de 4-6 horas.

Las calles y puentes de dos carriles en Tijuana, sus barrancas ocupadas por una urbanizada desordenada, sus calles de terracería y baches hacen un fuerte contraste con el freeway de San Diego de 6 carriles de concreto hidráulico de cada lado, los edificios del downtown skyline y la planeación de una ciudad expandida alrededor de varios freewaysque parece nunca terminar.
Este contraste que me ha dejado durante muchos años perpleja.
¿Por qué el desarrollo no “chorrea” de un lado al otro de la frontera?,
¿por qué no pueden cruzar los coches rentados en Estados Unidos?,
¿por qué San Diego, claro reflejo de Estados Unidos, crece tan todopoderoso, sin remordimiento por lo que sucede del otro lado de la frontera?

San Diego tiene recursos y calidad de vida, mientras Tijuana tiene todos los “desmadres” causados por la falta de instituciones efectivas y su localización como patio trasero de esa calidad de vida.
Narcotráfico, crimen y violencia para proveer al mayor mercado de drogas; deportados, crecimiento urbano desordenado, servicios insuficientes, coyotes para proveer la mano de obra barata que requiere este mercado; farmacias, tiendas de souvenirs y cantinas abandonadas por los turistas gringos que prefieren ahora ir a comer tacos a Old San Diego que sufrir una vez más aquellas filas fronterizas interminables, resultado de la política de “sellar” la frontera.

¿Cómo pudo crecer tanto San Diego y Tijuana quedar tan “desmadrada”?
Recuerdo entonces una lectura sobre desarrollo regional y cómo la inversión del gobierno norteamericano en defensa –en este caso, en la marina—creó una inmensa riqueza y crecimiento de ciudades, que en este caso no tuvo un spill over al otro lado de la frontera.
El edificio de migración entre Tijuana-San Diego no es un cruce que lleva de un país a otro en un par de minutos. Para mí, es un túnel del tiempo, un transporte intergaláctico que lleva de una dimensión desconocida a otra.
En esa frontera, siempre he necesitado un par de minutos extras para recuperarme del shock cultural y cambiarme el “chip” mental de pasar de México a Estados Unidos: visa, lengua, moneda, leyes, reglas sociales, señal de teléfono celular.

Para mí, ir a Estados Unidos implica subirse a un avión, donde el viaje de varias horas permite que uno se haga a la idea de ir “al otro lado”. La vida en la Frontera no es así.
Se cruza la “línea” –una de las primeras palabras que todos aprenden—no en horas de acuerdo con mi mentalidad chilanga, sino en segundos.
Quienes viven en esa frontera, por estas razones, me parecen extraordinarios. No sólo resisten este shock cultural, sino que viven adaptados a él. No sólo son bilingües, sino que tienen dos teléfonos celulares (uno para Estados Unidos y otro para México); cargan en su cartera dólares y pesos; manejan “a la mexicana” o “a la americana”, según la calle; saben qué pasa en un y otro lado.
Las organizaciones de la sociedad civil y la Alianza Fronteriza reflejan también ese biculturalismo: hablan y escriben todos sus documentos en español e inglés, tienen patronatos con miembros de ambos lados, trabajan con voluntarios, universidades, fundaciones y empresarios de los dos países.
Sus directores ejecutivos cuentan con visa SENTRI, lo cual equivale a pasar la frontera sin hacer cola y haber pasado la prueba del gobierno americano de ser “ciudadanos intachables”; viajan varias veces a la semana entre los dos países con idiosincrasia muy diferentes, como los traductores culturales simultáneos, como los constructores de puentes y entendimientos más efectivos que conozco.
Dia 2. Nogales
La frontera es territorio de la migra o Border Patrol y los trailers con containers, producto de nuestra intensa interacción. Cercano a dos ciudades grandes Tucson y Hermosillo, Nogales aún no ha terminado de convertirse de un cruce de carretera en una real ciudad.
Tiene muchas señales de que está a punto, pero aún es un lugar de paso.
Tiene aeropuerto, pero no tiene vuelos; tiene una Universidad del Valle de México que ha crecido muchísimo, pero sólo tiene aulas virtuales del Tec de Monterrey alojadas en otra universidad.
Es probablemente uno de los pocos puntos fronterizos que no tiene locales, tiendas, casas, restaurantes, abandonados en estos tiempos de malas noticias; aquí más bien, hace falta mucha infraestructura urbana.
Salimos de Nogales por carretera, como todos, alrededor de las 8 de la noche y Ma. Laura manejó por cerca de tres horas hasta nuestro siguiente destino. En medio del camino, nos detuvimos en un rest area.
Nuestra parada no duró más de 10 minutos pero sintiendo el intenso frío del desierto no pude dejar de pensar en ellos: los migrantes cruzando la noche.

Su travesía dura más de cuatro días, escondidos, temblando de ese frío, acompañados por sus hijos, sus sobrinos, sus nietos. Y recuerdo las cruces en el muro de Tijuana, en el muro de Nogales.
Y lloro ahí, en ese terrible frío que me conecta a ellos, a esas sombras, a esos invisibles y a la injusticia de sus muertes.
Recuerdo también en medio de ese frío intenso la conmovedora historia que Alma en Nogales. Nos cuenta sobre el albergue de migrantes, al cual llevó a un donante –un empresario exitoso cuyo padre fue un migrante. Llegan a la hora que ellos han partido, escuchan las historias, huele terrible y deciden apoyar al albergue; donan para renovar los colchones, las cobijas y comprar una lavadora.
Alma visita el albergue unos meses después. Han renovado los colchones, han comprado la lavadora, pero no la han instalado. “La compramos, como nos pediste, pero el albergue no tiene agua y no podemos pedirle a la gente que se desvista. Quedarían desnudos, porque es lo único que tienen”, le dicen.
“¿Y las cobijas?”. No traen más que lo puesto y deben cruzar el desierto en esas noches de intenso frío. Ante su pregunta de “¿puedo?”, el albergue contesta: “Por supuesto, llévese la cobija”.
“Esa cobija en el desierto puede ser la diferencia entre la vida y la muerte. Es el refugio de las madres deportadas con sus hijos menores que viajan durante días para regresar a sus orígenes, a Chiapas, a Oaxaca, a Veracruz.” le explican a Alma.
Su nombre lo dice todo, ella entiende y aprueba el presupuesto de cobijas del albergue.

En Nogales, como el resto de la Frontera, conozco a personas extraordinarias. El Consejo de ese albergue es de Iniciativa Kino; Empresarios de la maquila en Nogales que escuchan con atención las recomendaciones sobre invertir en centros de cuidado infantil de parte empresarios maquiladores en Ciudad Juárez.
Escuchan con atención porque quieren aprender de sus errores para no repetirlos. Las fundaciones locales (Tichi Muñoz, Healy y Esposos Rodríguez) que comienza a invertir en fortalecimiento de la sociedad civil local.
Bob de Fundación Comunitaria Santa Cruz, Arizona, nos cuenta una historia igual de extraordinaria. “En este estado, el contexto político está polarizado, en tiempos electorales han creado un ambiente anti-migrante, por lo que entre gobiernos el diálogo es difícil.
Con Alma de la Fundación del Empresariado Sonorense, convocamos a empresarios mexicanos y norteamericanos de la región. En el diálogo quedó claro que su economía está íntimamente ligada a la agroexportación y al turismo, por lo que tienen que trabajar juntos. Una vez que comenzó el diálogo, las fundaciones contratamos una consultora que están terminando un plan regional binacional Nogales”.
Como todo aquí, es una señal trascendente del papel que comienza a tomar la sociedad civil y las fundaciones locales.
Dia 3. El Paso-Juárez
Cruzamos la frontera más violenta del mundo. La ciudad, junto con todo el país, que pide a gritos –a gritos, porque no le han dejado otra opción— la paz, la justicia, las oportunidades, los bienes públicos más preciados que les han sido robados, secuestrados, matados.

La ciudad ya no tiene tráfico, la gente sale de su trabajo y va directamente a su casa, no quiere ir a otro lado.
El gobierno, en cambio, está construyendo un centro de convenciones.
“¿Un qué?”, pregunto; tal no entendí bien. “Un centro de convenciones; porque hay muchas convenciones esperando organizarse en esta ciudad”, me contesta el chofer en tono irónico. “Esperamos miles de visitantes”.
No venimos a ninguna convención, no nos paseamos por Juárez; vamos de una oficina a otra, y oímos las constantes llamadas de celular:
“Si, estoy bien, sólo me retrasé un poco” “Es que ahora nos llamamos varias veces al día, para saber que estamos bien, que no nos ha pasado nada”, explican.
Las historias que nos cuentan los locales, en cambio, son de lo que están haciendo, de los que están llegando.

Entre las organizaciones y los empresarios locales se siente una energía social; pasaron ya los momentos de reconocer con angustia la realidad, de los secuestros, los rescates, los tiroteos, las granadas, de reclamarse mutuamente y al gobierno, de echar la culpa y pedir explicaciones a otros.
Después de tocar fondo, la sociedad civil está lista para actuar y cambiar. Están tomando riesgos con ideas innovadoras, nuevos recursos y condiciones extraordinarias.
Las escuelas de horario extendido, los planes estratégicos urbanos, los monitoreos y nuevos reglamentos, las políticas de infancia, los partidos de futbol entre jóvenes pandilleros, las marchas por la paz y la indignación.
“Tenemos que aprovechar que muchos quieren ayudar, tenemos que volver esta crisis una oportunidad”.
Esto requerirá persistencia, no se verán cambios en el corto plazo.Se requiere montón de conversaciones, mucho conocimiento local, otro tanto de articulación entre externos y locales. De lo contrario, la tentación de construir centros de convenciones es grande y grandilocuente.
Dia 4. Brownsville-Matamoros
Al pasar por Austin para hacer la conexión a la última ciudad fronteriza que visitaré, regreso emocionalmente a San Diego, a miles de kilómetros a la distancia de lo que acabo de vivir.
Ahí todo es sospechosamente bonito, amable, ordenado, decorado, artificial, hipócrita. Me pregunto si sospechan, ignoran o le dan la espalda a las tragedias del otro lado, a su dump yard.

El cruce es desolador.
Es el único lugar donde las tiendas alrededor de “la línea” están abandonadas, con sus letreros de “Se renta” decolorados y caídos.
Mientras conocemos las historias de Juárez, aquí sólo sabemos de los tiroteos, la punta del iceberg.
Miroslava no enseña los barrios.
Me recuerdan a Tampico o la colonia del Valle, en Monterrey, pero con sus casas abandonadas, los jardines descuidados, una pelota de basquet desinflada, bajo una canasta, los vidrios rotos y sin ningún letrero de “Se vende”.
El secuestro es la industria más productiva de la región, nos dicen.
“La gente un día decidió que su vida y su seguridad eran más importantes que su patrimonio; y se fueron al otro lado. No han vuelto ni por su ropa; a veces, alguien que cruza se las va llevando”.

Matamoros es una ciudad grande, planeada, con sus parques y plazas, sus fraccionamientos y su frontera bonita junto al río. Nos enseñan también la PGR, donde se recogen las camionetas balaceadas, el consulado americano con su nueva muralla de concreto contra granadas.
Nos cuenta de emboscada en la que fue asesinado el candidato a gobernador. La tristeza de que “si a él le toca, imagínate a nosotros. Aún más indefensos”.
Esa tristeza se siente cuando llegan las personas a la reunión. Es como un velorio. Se saluda la gente, se siente contenta por encontrarse, hacía mucho que no se veían, está triste y temerosa a la vez de salir, de reunirse.
Nos mueve a todos la historia de Esfera Ciudadana, y cómo Leopoldo, un notario y un grupo de ciudadanos más un día decidieron invertir en capital social , en Nuevo Laredo.
«Estamos convencidos de que el capital social es un activo de las comunidades y que debe incrementarse permanentemente», dice. Ayudar a las personas a organizarse, a hacer los trámites para constituirse, tener CLUNI y volverse donataria. Crear la Ley de Fomento a las OSCs del estado, el reglamento, el fondo municipal de coinversión.

Suena poco heroico, aún más en este contexto, pero cuando cito a Octavio Paz: “Enderezar al país no es obra de un hombre o un grupo, sino de una generación” todos entendemos por qué tiene sentido el fortalecer la sociedad civil.
Leopoldo relata una historia parecida a la de Bob en Nogales: un plan binacional Laredo 2030, con convocatoria ciudadana y acuerdos binacionales entre empresarios y OSCs.
Al poco tiempo, todos nos sentimos motivados, con ganas de salir a trabajar, hay tanto que hacer con estas personas llenas de entusiasmo y voluntad de cambio.
En cada uno de los lugares, todos recuerdan cómo era la frontera hace unos años.
La playa de Tijuana y San Diego era compartida, sólo había una cadenita que las personas cruzaban cuando se les iba a frisbee.
En Nogales, el alambrado estaba roto y los migrantes pasaban mientras la migra los saludaba.
En Juárez, cruzaban el río en llanta; primero el papá y luego jalaba al resto de la familia desde la orilla.
En Matamoros, corrían por el parque lineal del río y pasaban al otro lado a tomar un café.
Y de cierta forma, todas esas personas extraordinarias que viven en la Frontera –las Josefinas, Toñés, Marcelas, Almas, Marco Antonios, Eduardos, Bobs, Karens, Katyas, Pablos, Miroslavas, Ana Marías, Leopoldos, Marthas, Andys y Ma. Lauras– siguen cruzando y construyendo ese imaginario colectivo, que la frontera México-Estados Unidos es una misma región compartida y no separada por dos países, dos gobiernos.

Me gusta oir a Alma decir:
“Hemos sido una de las mejores inversiones de la Fundación Inter-Americana. En estos últimos 7 años, estudié en Santa Cruz, CUNY y Columbia; aprendí a procurar y otorgar donativos, aprendí también a conocer bien y a oler los proyectos.
Las organizaciones que ahora apoyamos están creciendo; los centros comunitarios, las escuelas para padres, las pláticas para adolescentes y madres solteras, los voluntarios de las universidades, los empresarios comprometidos”.
Fortalecer a la sociedad civil es sin duda una buena inversión, una inversión de mediano y largo plazo. Una forma de enderezar a México,
una buena noticia entre las muchas malas.
La sociedad civil en esta región está madurando, un cambio silencioso ahora que apenas se percibe pero que indudablemente tendrán un gran poder transformador para la región.