Escribí este prólogo para el primer informe de Alternativas y Capacidades, la organización que fundé y dirigí (2003-2013)
Desde hace muchos años,
soñé que algún día construiría una organización de la sociedad civil (OSC).
Tuve la fortuna de trabajar en distintos espacios de los cuales aprendí, pero sobre todo me hicieron reflexionar sobre lo que me gustaría y lo que no me gustaría hacer en un futuro espacio propio.

Pensé que la organización tendría que tener toda su información sistematizada, sus documentos ordenadas, que habría una planeación de actividades y espacios para evaluar si se había logrado el impacto esperado.
La organización tendría que tender puentes y servir de “interpretes y traductores” entre múltiples mundos que nos conocían ni se entendían.
Tendríamos que ser profesionales, trabajar tiempo completo y vivir de este proyecto, leer, capacitarnos, actualizarnos y aprender de nuestra experiencia, buscando que otros también fueran igualmente profesionales, se capacitaran y aprendieran de su experiencia. También no debíamos perder el espíritu y la mirada fresca de los voluntarios, los jóvenes y los que tienen ganas de ayudar, que marca una gran diferencia en este sector.

Tendríamos que ser multi-funcionales, orientados a una diversidad de actividades que vieran y contribuyeran a un mismo objetivo; podríamos ser fortalecedores, consultores-asesores, capacitadores, investigadores y animadores de procesos y de personas, sobre todo. Sin embargo, ser multi-funcionales y tratar con la diversidad de actores y mundos nos podría perder si no teníamos muy definida nuestra línea de trabajo.
Encontrar esta línea o tema no fue difícil, pues desde hacía algunos años había descubierta en la política social un terreno fértil para integrar varios intereses que me habían perseguido: la necesidad de hacer algo por mi país que se combinaba muy bien con el reto intelectual y el análisis político.
Todo esto era un sueño, un castillo construido en el aire… pero ¿cómo aterrizarlo? ¿cómo ponerlo en práctica? Pasé un buen tiempo preguntando a otras personas cómo habían comenzado sus proyectos, sus organizaciones, sus negocios.
Quería escuchar ideas, aprender qué les había funcionado y quería conocer su opinión de mi propio sueño.

Dos momentos claves fueron los que me empujaron a llevar a cabo este sueño.
El primero era que no me gustaba mi trabajo ni lo encontraba útil; me cuestionaba todos los días si el quedarme ahí no amenazaba con “convertirme en una burócrata” (en el mal sentido de la palabra, de recibir un sueldo y responder de manera autómata a lo estrictamente requerido). La perspectiva de buscar otro trabajo me resultaba aún más estrujante; pensar en volver a acoplarse con el equipo, el jefe, el lugar, los temas de trabajo…. Y volvía a la idea de construir algo propio, donde me sintiera a gusto, donde cometiera y aprendiera de mis propios errores, no de los de otros.
El otro detonador fue haber asistido a una conferencia sobre OSCs y Globalización, con un grupo internacional de jóvenes que ya llevábamos un buen rato en esto: habíamos sido voluntarios idealistas creyentes en las OSCs como medio para encabezar las causas más loables y cambiar todo aquello que nos disgustaba, después nos habíamos quedado a trabajar en el sector, habíamos encontrado todos sus vicios ocultos y nos habíamos decepcionados de las organizaciones que no eran más virtuosas que ningún otro ámbito. De cierta forma estábamos vinculados emocional y profesionalmente a éstas, y estábamos listos para trabajar en sus desafíos, con más realismo y de manera más innovadora y creativa.
Regresé entusiasmada, pero a la vez me sentía lejana de ese discurso; no estaba realmente dentro de una organización, llevando a cabo los cambios, haciendo que las cosas pasaran, según los puntos de vista que habíamos dedicado una semana en cuerpo y alma a debatir.
Esto me ayudó a tomar la decisión.
Tenía que moverme hacia un trabajo estimulante, que me gustara y también que lo sintiera útil. Lo peor que podía pasar era fracasar y volver al medio a buscar trabajo.
Al tomar esta decisión, investigué si había alguna guía que me orientara sobre qué hacer y qué no hacer cuando uno quiere formar una organización, el marco legal, los requisitos fiscales, la planeación…
Encontré poco,
lo cual me llevó a pensar en hacer alguna contribución a los que venían después, es decir, el Manual de constitución legal: 16 pasos para construir tu organización.

Se quedó corto frente a los diferentes dilemas y calvarios que uno tiene que pasar cuando uno funda una organización, pero buscamos ser sintéticos, precisos, animar a pensar que este proceso vale la pena y sobre todo a sistematizar algunos consejos útiles que aprendimos en el camino.
Posiblemente porque desde entonces me la paso dando consejos sobre qué poner y qué no poner en los estatutos, cómo hacer los órganos de gobierno, etc., algunos amigos últimamente me han buscado para platicar sobre sus frustraciones y problemas. Cuando los veo realmente desanimados y me toca mi turno de hablar, hablo del mito de que cada vez somos más los que nos organizamos, que las OSCs crecen.
Pareciera fácil echar a andar una asociación civil, hacerla crecer y mantenerla. El nacimiento y crecimiento de Alternativas ha sido diez o quince veces más difícil de lo que imaginé originalmente sería.
De alguna forma, yo me sentía preparada, había trabajado ya en un par de estatutos anteriormente, tenía un plan, conocía el sector, sabía de su problemática, sus dilemas, sus posibilidades, tenía ya muchas oportunidades abiertas.
Sobre cualquier cosa, se necesita mucha voluntad, mucha perseverancia y mucha energía.
Esto me parece más evidente cuando redacto este primer informe de actividades. ¿Cómo?, me pregunto, ¿tanto trabajo, tanto correr, tanto tiempo dedicado a esto que acaba sintetizado en un par de frases poco significativas?
Al hacer el primer currículum institucional de Alternativas –habrá sido a los 6 meses de su existencia– sentí una terrible frustración. No tenía mucho que decir, no podía llenar hojas enteras describiendo el tiempo que se había ido en hacer borradores de objetos sociales, discutir la planeación o en hacer filas para los múltiples trámites y documentos, que su vez llevaban a más formatos, más colas, más trámites y más “regrese otra vez”. Tener un acta constitutiva tarda alrededor de 3 a 5 meses, un RFC de 1 a 3 meses, el estado de cuenta bancario otro mes por lo menos, por sólo mencionar algunos pasos indispensables.
Así, la primera sensación que queda al sintetizar lo que hemos hecho a lo largo de estos dos años de existencia es que en el primer año no pasó nada digno de escribirse en un informe anual, mientras que todo lo demás sucedió en el segundo año.
Lo que quisiera dejar como testimonio de este proceso de nacimiento de Alternativas es que ha requerido mucho tiempo y energía, y que puede resultar fácil desanimarse porque en múltiples momentos uno pareciera no estar haciendo proyectos o actividades dignas de llenar renglones significativos para un currículum institucional. A veces, parece que los proyectos consistieran en comprobar todos los gastos, tener todas las notas y facturas completas, capturar los números de folio y los centavos y, posiblemente la mayor prueba, que las cuentas cuadren con los números del banco y del contador.
Otra reflexión que me ha acompañado en este proceso ha sido cómo separar el proyecto personal para volverlo un proyecto institucional.
Mi primera reacción de organizaciones que previamente conocí fue la poca institucionalización que tenían, donde su fundador o líder disponía de manera discrecional de sus recursos, proyectos y personas que ahí trabajan. En tiempos donde quisiéramos que la democracia y la transparencia predominaran en todos los ámbitos políticos y sociales, pensaba que el patrimonio, los recursos y los proyectos debían de ser de Alternativas, y no de una persona.
Mi preocupación –obsesión, casi– ha estado en redactar múltiples reglamentos y políticas, aún antes de que se presentaran las situaciones que nos ameritaban.
He comenzado también a entender que cuando uno invierte muchos de sus recursos personales, cuando uno trabaja sin cobrar, cuando haces la primera y la trigésima donación a la institución, resulta difícil no verla como una extensión de tu casa o tu vida.
Me doy cuenta que realmente que hasta que las personas se involucran y se apropian del proyecto, entonces están listas para pedir cuentas, para exigir reglas claras y también para invertir sus propios recursos. Entonces, vuelve a ser hora de rescatar los reglamentos y documentos institucionales para revisarlos en conjunto.
Tal vez ése sea el indicador de que el proyecto institucional realmente arrancó. En Alternativas esto ha sido también un proceso gradual, pues de los proyectos que he planeado, escrito mil veces sus objetivos, metas, actividades y presupuestos, no es hasta que alguien más se involucra, sea un donante o un colaborador, que el proyecto comienza a cobrar vida.

Ha sido un desafío describir y acreditar ante los donantes de las bondades de la organización y de la propuesta, en menos de tres frases. A los colaboradores también convencerles de que vale la pena trabajar en este proyecto, por poco dinero y mucho esfuerzo, porque siempre están las distintas y múltiples gratificaciones.
Una vez que el barco ha zarpado, formar un equipo de colaboradores, que todos lo aborden de manera armónica ha resultado un reto mayúsculo, que se construye desde los espacios cotidianos, el seguimiento constante, las vivencias y, sobre toro, los valores compartidos. Aquí también he tenido múltiples aprendizajes.
A pesar de todas las dificultades, Alternativas no existiría sin todas las personas que han trabajado por esta causa, desde el voluntario de un rato hasta aquellos que han aportado brillantes ideas y trabajo arduo. La coordinación del equipo ha sido a ratos desgastante, pero también las satisfacciones compartidas por el buen trabajo en equipo han sido abundantes. Me gustaría pensar que junto con Alternativas todos vamos creciendo personal y profesionalmente.
Finalmente, se trata de agradecer a muchas personas que han creído y también a quienes que lo han hecho por gusto, mas que por algún sentimiento inspirador.
Estas líneas no podrían escribirse sin el apoyo de muchos amigos, sin un círculo familiar en el cual Alternativas se cobija y, sobre todo, sin aquellos desconocidos al principio que la han apostado a este sueño semejante.
San Jerónimo Aculco, abril 2005
Para el informe anual completo 2003-2004, ver aquí