Cómo seleccionar, formar y acompañar mujeres para la política

por | Mar 31, 2021 | La ética de la convicción, Lo público, Procesos de desarrollo | 0 Comentarios

Marielle Franco vive

Aquí un artículo donde explico lo que hacemos en Aúna y cómo lo hacemos, junto con otro un artículo publicado por Ale Parra, también cofundadora de esta organización, en el cual ella expone las múltiples barreras que hoy enfrentan las mujeres al participar o buscar participar en política y la importancia de plataformas que les ayuden a superar esos obstáculos.

Al reunir ambos artículos se explica mejor la problemática que las mujeres que participan en política enfrentan y las herramientas que desde Aúna acercamos.

La jornada de una mujer en política y la urgente necesidad de acompañarla

El siguiente artículo fue publicado originalmente en Animal Político

Por: Alejandra Parra

En todo el continente, diversas plataformas como Aúna detectan e incentivan a mujeres destacadas para participar en los procesos electorales, las acompañan y acuerpan durante el proceso de negociación con los partidos, ofrecen formación en campañas políticas y organizan talleres para la co-construcción de una agenda de paz, bienestar y justicia climática.

Durante los últimos años, en México hemos tenido grandes conquistas en beneficio de la participación política de las mujeres, como la ley de cuotas y ahora la reforma para la paridad en todo. Sin embargo, falta mucho camino por recorrer para lograr una paridad real, pues persisten grandes barreras sociales, culturales e institucionales, que aparecen en etapas diferentes, que muchas veces se presentan de formas sutiles e internalizadas, y que, en suma, contribuyen a que la política siga siendo un espacio hostil para nosotras, las mujeres.

Comencemos por el inicio: para tener mujeres en la política, necesitamos mujeres que quieran entrar a la política. Mujeres de todas las regiones, clases, profesiones y razas. Y no, no estoy insinuando que las mujeres naturalmente no tenemos interés en política, si no que existen una serie de señales sociales y culturales que, desde chiquitas, nos indican que la política no es para nosotras. Durante toda nuestra vida hemos visto que quienes se dedican a la toma de decisiones son ellos, los hombres. También en la casa hemos aprendido que lo que “nos toca” son las tareas de casa, o los trabajos de cuidado. Y por último, en la política y en otros ámbitos, las mujeres no nos sentimos listas o suficientemente buenas, aún teniendo excelente preparación. En una sociedad que nos dice todo el tiempo y de todas las formas que no pertenecemos al ámbito político, no debe sorprendernos que nos cueste más trabajo levantar la mano para participar, militar o ser candidata a un cargo de elección.

Una vez que se logra superar esa brecha de ambición, desafiando los estereotipos culturales que nos quieren mantener en la casa, hay que enfrentarse a las estructuras partidistas, que hoy por hoy monopolizan el acceso a la política, y que son patriarcales, machistas, jerárquicas y corruptas. Y como las estructuras internas de los partidos no son paritarias, el proceso de reclutamiento y asignación de candidaturas está en manos de, sí, adivinaron, de hombres. Y estos hombres nos han demostrado que no están dispuestos a romper el pacto patriarcal. Entonces, las mujeres valientes que deciden participar van a tener que sentarse a negociar con ellos, quienes las van a ningunear, estigmatizar y muchas veces hasta acosar. Y sí, digo valientes porque hay que tener agallas para asumir los costos. En el mejor de los casos, van a lograr una candidatura. En el peor, decepcionadas y traumatizadas, desistirán de la política, algunas veces denunciando públicamente el proceso por el que pasaron.

Ahora continuemos en la jornada de una de las “suertudas” que consiguió la candidatura. Primero, hay que olvidarse del apoyo del partido. Sin reglas que los obliguen a algo diferente, los hombres que dirigen los partidos van a asignar la mayor parte del financiamiento público a otros hombres. Además, a las mujeres candidatas les cuesta más trabajo conseguir dinero porque, simple y sencillamente, quienes concentran el dinero en esta sociedad siguen siendo los hombres, que históricamente aportan a campañas de sus pares. Este elemento económico por supuesto se acentúa cuando hablamos de mujeres racializadas o en situación de pobreza.

Pero una campaña no es sólo dinero. Existen otros factores clave para la competitividad en una contienda electoral, como la estrategia, el equipo y el tiempo disponible. En ese rubro también encontraremos barreras. Dado que las mujeres usualmente no estamos en la política, tampoco tenemos redes de consultoras o equipos especializados en campaña, por lo que nos cuesta mucho más levantar una campaña y armar un equipo estando solas. Y para cerrar con broche de oro, estas mujeres candidatas tendrán que continuar con doble jornada, encargándose también de los trabajos de cuidados en casa y, además, serán cuestionadas públicamente por su decisión de “descuidar a sus hijos” o “no hacerle de comer al marido”. En el mejor de los casos será un desafío contra la misoginia, pero habrán ganado la elección. En el peor, perderán y la campaña pasará a ser una experiencia traumática que las alejará de nuevo de la política y no se plantearán intentarlo de nuevo.

Por último, tenemos a aquella mujer que logró superar todas las barreras anteriores y hoy ocupa un cargo de elección popular. Ahí la van a relegar a las comisiones “de mujeres”, le van a decir que grita, que es muy escandalosa, va a aparecer en la prensa más por la ropa que viste y por su vida personal que por su trabajo político, la van a acosar. En resumen, le van a recordar todos los días que ella no pertenece ahí, que mejor se vaya y no vuelva más. No es casualidad que las mujeres buscan mucho menos la reelección que los hombres.

El escenario que presento es desolador. Las reformas nos han quedado cortas. Los partidos no están cambiando lo suficientemente rápido. La violencia política de género no cesa. El cambio es urgente. Los desafíos son muchos y demasiado grandes. Por eso, me llena de emoción conocer de plataformas en todo el continente que buscan, desde todos los frentes, acompañar a las mujeres a superar estas barreras.

Atria25, encuentro nacional de Aúna. Foto: Paulina Campos

En Estados Unidos, está SheShouldRun que tiene como objetivo identificar e incentivar a que mujeres se animen a ser candidatas. En Colombia, Estamos Listas, un movimiento político de mujeres con un proceso de selección de candidaturas abierto, feminista y democrático. En Brasil, Vamos Juntas ofrece mentorías de mujeres políticas, especialmente relevantes durante el desgastante proceso de negociación con los partidos. En América Latina, la plataforma en línea Im.pulsa ofrece contenidos abiertos y gratuitos para capacitar e inspirar campañas electorales de mujeres y sus equipos.

En México, tenemos a Aúna, una red de mujeres que apoya a otras mujeres a transitar por su paso en la política de la mejor forma posible. En Aúna, detectamos e incentivamos a mujeres destacadas para participar en el proceso electoral, las acompañamos y acuerpamos durante el proceso de negociación con los partidos, ofrecemos formación en campañas políticas y organizamos talleres para la co-construcción de una agenda de paz, bienestar y justicia climática. Y lo seguiremos haciendo. Hasta que las mujeres en México no tengan que pasar por un calvario para estar en política.

Cómo seleccionar, formar y acompañar mujeres para la política

El siguiente artículo fue publicado originalmente en Animal Político

A mi hija de 17 años, por que salga segura a caminar por la calle.

Ante los numerosos obstáculos que enfrentan las mujeres en la política creamos Aúna: una red de mujeres para apoyarlas que les interese participar en política. ¿Cómo las apoyamos? Lo resumimos en 4 procesos: selección, elaboración colectiva de propuestas, formación y acompañamiento. Todo es posible gracias a muchas mujeres que exigimos, marchamos, dirigimos, transformamos y también nos organizamos, bajo nuestro derecho a la libre reunión con fines políticos, buscando nuevas formas que nos representen e incluyan.

  1. El proceso de selección

Elaboramos un mapeo y una convocatoria a mediados de 2020. Reunimos un comité, donde discutimos y definimos que no sólo queríamos promover mujeres con “caras nuevas” para la política, sino también reconocer y reelegir aquellas que lo están haciendo bien. Ayudarlas a consolidar sus carreras políticas, para que sirvieran de guía y modelo a las nuevas. Usamos tres criterios para su selección: su biografía y congruencia; sus capacidades para articular redes y organizarse, y su potencial para representar la agenda de Aúna.

Recibimos cerca de un centenar de respuestas a la convocatoria (cerrada, por tiempos de pandemia, pero las futuras serían abiertas). Cada respuesta fue revisada por dos integrantes del Comité; se hizo un grupo de finalistas y la mayoría fueron entrevistadas por otras dos personas más. Seleccionamos inicialmente a 50 nominadas a distintos puestos de elección: regidoras/concejalas, alcaldesas, diputadas locales y federales. Una tercera parte son para reelegirse y las demás, nuevas. Algunas con trayectorias partidistas (en distintos partidos) y otras, que por primera vez se acercaban a la política.

La primera reunión nos confirmó la aventura que habíamos emprendido. Como una de ellas lo describió: “entendía a nivel conceptual esta red, pero al vernos las caras y los perfiles descubrí las muchas mujeres y caminos de la vida que estábamos desconectadas, nos necesitábamos y aquí nos uníamos”.

Foto: Paulina Campos
  1. El proceso de agenda

La agenda incluye los diagnósticos de problemas y propuestas que se han discutido, priorizado y aterrizado en diálogos colectivos. Empezó también en 2020 con documentos elaborados por conocedores de las temáticas y con retroalimentación de otros expertos. Se establecieron 5 ejes: 1) construcción de paz y justicia; 2) políticas ambientales; 3) políticas económicas para la equidad; 4) políticas para el bienestar; e 5) igualdad de género.

Durante este año, estas propuestas expertas se rediscutieron junto con aliadas locales y las propias fundadoras de Aúna; las nominadas y sus equipos están en proceso de su apropiación por las nominadas y sus equipos. En breve, se presentarán decálogos a los cuales las nominadas se comprometen representar, tanto en campaña como en los cargos que ocuparán.

Reconocemos esto como un proceso en construcción y aprendizaje constante; llegar a propuestas aterrizadas y consensadas dentro de la enorme diversidad de país es un gran reto. Cómo eliminar los feminicidos, cómo reconocer (apoyar/remunerar) el trabajo de cuidados, cómo garantizar los servicios de salud y pensiones universales, cómo reformar las finanzas públicas, cómo reducir el deterioro ambiental son algunas de las discusiones que se han convertido en un pegamento indispensable de nuestra pluralidad, en las visiones en común que unen a mujeres de distintos partidos, estados, edades y cargos dentro de Aúna.

  1. El proceso de formación

Construimos un programa ambicioso que sigue creciendo; comenzamos con la formación de habilidades de liderazgo, buscando que estas mujeres mantuvieran su autenticidad, su honestidad y la conexión a su propósito de servir. Esto sirvió también para cohesionar al grupo, encontrando similitudes de género y congruencia; también a darles autoconfianza frente a un contexto adverso.

Otros temas de formación han sido la comunicación y sus distintas audiencias frente a los prejuicios de género. Cómo contestar a preguntas como “¿qué va a hacer con sus hijos?” o “¿qué marca de vestido lleva puesto?”. Finalmente, cómo formar equipos de campañas, hacer presupuestos y solicitar fondos, cumplir con la regulación electoral, crear campañas digitales, trabajar con voluntarios… y no morir en el intento.

  1. El proceso de acompañamiento

El acompañamiento es difícil describirlo como un paquete estandarizado de “servicios”; se hilvana artesanalmente, estando cerca de las mujeres y escuchando sus necesidades. A veces es una llamada de contención emocional en momentos difíciles, con un “sí puedes, estamos contigo”. Otras es construir con ellas estrategias complejas para atravesar los laberintos de los partidos y persuadir a las dirigencias estatales y nacionales que les otorguen una candidatura relevante. Ha incluido sesiones individuales de coaching político o asesoría en negociación, y muchas vinculaciones y articulación de contactos.

Impulsar a estas mujeres, líderes comunitarias, a la política en este país violento es temerario y podría significar tragedias irreversibles. En Aúna no cerramos los ojos al acoso digital, la estigmatización o las amenazas físicas que las mujeres en la vida pública viven. Nuestra respuesta ante la violencia política de género ha sido tejer jornadas de capacitación y protocolos en red para la prevención de riesgos y garantizar su seguridad.

Aúna no finalizará con las elecciones. Buscamos crear un modelo que madure; por un lado, acompañando a quienes logran muchísimos votos, pero no la mayoría para alcanzar el puesto, para no desanimarse, mantenerse en política y prepararse para las siguientes elecciones. Por el otro, a quienes ocupen los cargos acompañarlas en funciones; apoyarlas en convertir las discusiones de la agenda en iniciativas legislativas, reglamentos, programas de gobierno. Acompañarlas también en sus propios procesos personales de crecimiento, gestión emocional y reconocer los quiebres políticos que vendrán. Seguiremos desarrollando habilidades de resiliencia y liderazgos colaborativos.

Finalmente, Aúna no se hubiera construido sin el talento, la capacidad técnica, el trabajo voluntario, las aportaciones y la enorme solidaridad de un centenar de mujeres cofundadoras de Aúna. En medio de comités y capítulos estatales, decenas de chats y centenares de zooms, correos y archivos colaborativos nos ponemos de acuerdo. Nos organizamos en medio del cuidado de los hijos (fieles testigos de estos encuentros), las familias y la escuela en casa, además de cumplir con el trabajo remunerado. Para muchas, Aúna nos ha hecho sobrevivir la pandemia soñado con un país mejor, donde la política se entienda como un servicio público y una responsabilidad por la justicia social.


Atria 2025. Foto: Paulina Campos